¿Cuántas veces te has puesto a pensar en cómo te afecta lo que comes? Hoy, más que en ninguna época en la historia de la humanidad, tenemos acceso a un mundo de alimentos procesados y sabores “fabricados” a la medida de nuestros paladares, pero no siempre a medida de nuestras necesidades alimentarias. Con tantos sabores a nuestra disposición es muy fácil dejarnos caer en la gula e ignorar los efectos a mediano y largo plazo de consumir cierto tipo de alimentos. Y así podemos ir por la vida pensando que comer saludable es una opción cuando en realidad es una necesidad si queremos tener una mejor calidad de vida.
Una alimentación deficiente puede llegar a causar desnutrición y desatar otros problemas de salud. Nuestro cuerpo requiere vitaminas, minerales, proteínas, grasas, carbohidratos y otros nutrientes en cierta proporción para su adecuado funcionamiento. En el día a día, ¿realmente nos ponemos a pensar en los efectos que tiene la comida sobre nosotros? Una gran evidencia de que no lo hacemos son los niveles de obesidad, especialmente en México. Según el gobierno mexicano, 70% de la población tiene sobrepeso y cerca de una tercera parte padece obesidad. El sobrepeso y la obesidad, sumadas a la falta de actividad física, son responsables de 32% de las muertes en mujeres y 20% de las muertes en hombres a nivel nacional. Resulta paradójico que aunque tenemos acceso a una gran cantidad de alimentos, en realidad vivimos desnutridos y con sobrepeso.
Otra característica de los alimentos procesados es que se basan en un modelo de explotación de los recursos que solo tiene en cuenta las ganancias monetarias. Las grandes empresas alimentarias modifican ecosistemas enteros para dedicarlos a ciertos cultivos y usan pesticidas que contaminan el suelo. Los monocultivos van poco a poco erosionando los nutrientes de la tierra y el uso de fertilizantes se vuelve obligatorio, modificando aún más nuestro entorno.
La alimentación saludable no es solo un compromiso con nuestros cuerpos, sino también con nuestro entorno. Nuestras decisiones hoy como consumidores tendrán un impacto sobre la seguridad alimentaria de las futuras generaciones. Es por eso que la alimentación saludable implica necesariamente una transición hacia un sistema alimentario sostenible. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), “un sistema alimentario sostenible es aquel que garantiza la seguridad alimentaria y la nutrición para todos, de forma que no comprometan las bases económicas, sociales y ambientales para las futuras generaciones”.
Uno de los primeros pasos que podemos tomar para alimentarnos de una forma más saludable y sostenible (además de abandonar los alimentos “chatarra”) es consumir productos orgánicos, y en la medida de lo posible, consumir aquellos alimentos que se producen de forma local. El transporte de alimentos a nivel mundial tiene una gran huella de carbono que abona a la degradación de nuestro medio ambiente. Frutas de temporada, verduras frescas sin pesticidas y huevos de gallinas de libre pastoreo son algunos productos que tienen más nutrientes que cualquier equivalente procesado y empaquetado. El precio de los alimentos orgánicos puede parecer mayor que el de los procesados en el corto plazo, pero en el largo plazo ¿cuál es el precio de nuestra calidad de vida?